- No soy capaz de recordar cuando fue la última vez que eché un polvo.
La realidad es que no soy muy devota de un rollo de una noche. Me parece poco sensible. No conocer a penas a la persona con la que vas a mantener relaciones sexuales, lo cual es bastante intimo desde mi punto de vista. Tener confianza con esa persona para desnudarte delante de él o ella es vital, a mi parecer.
Soy más de tener pareja. Me gusta eso de estar con la persona que quiero, en el sitio que quiero, haciendo lo que quiero. Pero, sinceramente, llevo soltera mucho tiempo porque me hicieron daño y no quiero tener que pasar por todo eso por un mísero polvo. - Pensaba Nae mientras iba de camino al centro, donde quedó con su amigo Hugo.
Se atraían desde que se conocían pero ninguno de los dos querían tener nada serio y tampoco es que ninguno diera el paso, en realidad. Todos sabían que acabarían juntos pero ellos hacían caso omiso y simplemente disfrutaban de ese período que hay entre la amistad y el noviazgo. Un tonteo oculto.
- ¡Por fin! ¿Dónde te habías metido? Llevo esperando a que su señoría aparezca cerca de 20 minutos. - Exclamó Hugo.
- Encima que me pongo sexy para ti, te quejas. - Dijo Nae. Aquí empieza el tonteo oculto que explicamos antes.
- Ya... Super sexy, vaya. - Susurró Hugo mientras la repasaba de arriba a bajo. Como si fuera un escáner humano.
jueves, 27 de noviembre de 2014
domingo, 30 de marzo de 2014
Ten feet tall.
El otro día hablé con él. Me abrí mental, emocional y espiritualmente con él. Quizás sea con el primer hombre con el que cuando me expreso y suelto toda la maraña de pensamientos e ideas que se alojan en mis pensamientos, me entiende.
Él no ve palabras sueltas o frases bonitas o emotivas. Él ve una historia. Mi historia. Las múltiples partes que tiene mi vida. Pero lo más fascinante es, sin duda alguna, su capacidad de escuchar las decadentes palabras de mi día a día. Es capaz de que sin soltar palabra alguna sabe todo lo que siento y pienso. Cada palabra que no digo, él la interpreta. Se puede leer en su mirada.
Él no ve palabras sueltas o frases bonitas o emotivas. Él ve una historia. Mi historia. Las múltiples partes que tiene mi vida. Pero lo más fascinante es, sin duda alguna, su capacidad de escuchar las decadentes palabras de mi día a día. Es capaz de que sin soltar palabra alguna sabe todo lo que siento y pienso. Cada palabra que no digo, él la interpreta. Se puede leer en su mirada.
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