jueves, 27 de noviembre de 2014

Amantes ocultos

- No soy capaz de recordar cuando fue la última vez que eché un polvo.
La realidad es que no soy muy devota de un rollo de una noche. Me parece poco sensible. No conocer a penas a la persona con la que vas a mantener relaciones sexuales, lo cual es bastante intimo desde mi punto de vista. Tener confianza con esa persona para desnudarte delante de él o ella es vital, a mi parecer.
Soy más de tener pareja. Me gusta eso de estar con la persona que quiero, en el sitio que quiero, haciendo lo que quiero. Pero, sinceramente, llevo soltera mucho tiempo porque me hicieron daño y no quiero tener que pasar por todo eso por un mísero polvo. - Pensaba Nae mientras iba de camino al centro, donde quedó con su amigo Hugo.
Se atraían desde que se conocían pero ninguno de los dos querían tener nada serio y tampoco es que ninguno diera el paso, en realidad. Todos sabían que acabarían juntos pero ellos hacían caso omiso y simplemente disfrutaban de ese período que hay entre la amistad y el noviazgo. Un tonteo oculto.

 - ¡Por fin! ¿Dónde te habías metido? Llevo esperando a que su señoría aparezca cerca de 20 minutos. - Exclamó Hugo.
- Encima que me pongo sexy para ti, te quejas. - Dijo Nae. Aquí empieza el tonteo oculto que explicamos antes.
- Ya... Super sexy, vaya. - Susurró Hugo mientras la repasaba de arriba a bajo. Como si fuera un escáner humano.

- Sabes que no verás a mujer más sexy en tu vida, mongolo. Así que aprende a apreciar las cosas que te rodean. - Dijo Nae haciéndose la indignada en tono de burla.
 Hugo no dijo nada, solo le sonrió. Dándole la razón, básicamente porque la llevaba.
La noche pasó como otra noche cualquiera. Cenaron en un local de comida rápida. Hablaron, rieron, se picaron y cotillearon. Y todo con ese sutil tonteo.
Hugo siempre la llevaba a su casa al acabar. Esto, obviamente, no pasaba desapercibido para Nae. Le encantaba que tuviera esos detalles sin ser su pareja.
Al llegar a la casa de Nae no había nadie y como siempre sus amables compañeras de piso lo habían dejado todo manga por hombro. Invitó a Hugo a pasar mientras ella recogía un poco.

- Bueno, ¿y como te va con la tía esa? - A Nae le recorría algo por dentro cada vez que recordaba que Hugo se estaba tirando a otra que tenía complejo de rubia. Era tontísima. Hugo se merecía a alguien inteligente, con dos dedos de frente y que no pensara solo en maquillarse y llevar taconazos. Él valía muchísimo más.
- Bueno, ya sabes. Solo estamos de rollo. Tampoco es nada en especial. No siento mucho por ella.

Nae paró de meter ropa de color en el bombo de la lavadora y le echó una mirada de "¿No me digas? ¿Pensabas que eso sería algo serio?".

-Ya, ya lo sé. Sabes que tengo mala suerte con las relaciones. - Dijo él, poniendo cara de niño bueno.
Ella acabó y se puso delante de él, hablándole en un tono más íntimo.
-Acaba con esa relación. No lleva a nada. Te mereces a alguien mejor. - A Hugo se le iluminó la mirada y hubo un momento incómodo. Y ante eso ella dijo: - Como yo, por ejemplo.- Dijo de coña, dándoselas de doña perfecta.

Entonces se acercó Hugo, muy decidido. Sus labios se separaban un milímetro de distancia. Notaba como a Nae se le cortó la respiración. Solo existían sus ojos.
Lo siguiente que ocurrió, ocurrió tan rápido que no se pudo saborear lo suficiente.
Se besaron con tantas ganas que pensaban que se iban a destrozar los dientes. Hugo la cogió en volandas y la puso en la encimera al segundo, al otro segundo Hugo la llevaba, sin dejar de besarla , a la habitación más cercana.
¡Por Dios! ¿Cómo pudieron aguantar tanto sin haber hecho esto antes?
Nae cayó de espaldas en la cama y con las piernas aún sujetas a la cintura de Hugo lo atrajo hacia sí para que se tumbase. Ella estaba encima. Tenía el control. Después de tanto tiempo iba a conseguir ese esperado polvo con uno los tíos que más le ponía y encima amigo suyo, tenía esa confianza que ella quería para desnudarse delante de él. Era perfecto.
Comenzó a desnudarle. Primero la camiseta. Luego los pantalones. Él se adelantó quitandose los zapatos antes de tiempo.
No podían parar de besarse. La euforia recorría entre los dos cuerpos.
Ella estaba encima, tenía el control. Comenzó a besarle el cuello, mientras él le quitaba la ropa y el sujetador. Ella estaba tan mojada y él tan duro.
Se besaron, se tocaron, por todos lados, de todas las maneras posibles. Con tanta pasión, con tanta euforía y delicadeza. Solo se podía escuchar respiración acelerada, suspiros, gemidos.
Se fundieron en uno y llegaron  al orgasmo de una manera tan explosiva que acabaron empapados en sudor.

Y sintieron lo que nunca han sentido dos amantes.


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