domingo, 8 de enero de 2012

Bon Jour

Tumbada en mi cama pienso que la vida es perfecta si lo tengo y lo mantengo a mi lado.

Giro la cabeza hacia su lado de la cama. Me lo encuentro dormido con un ángel caído, sin hacer ningún ruido.
Veo como su pecho se contrae y se ensancha a medida que el aire entra en sus pulmones.

Es tan plácido verlo dormir mirando hacia mi lado de la cama. Le acaricio su pelo despeinado. Mis dedos recorren cada mechón de su pelo negro. Voy recorriendo con mi uña su cara, su preciosa cara de niño bueno. Llego a sus labios, mis uñas se paran en la comisura de su labio superior, y empiezo a recorrer el contorno de su boca.



Está despierto, porque su cuerpo dió ese espasmo que despierta a todo el mundo, pero mantiene los ojos cerrados para que siga acariciándole. Emito una risita juguetona que le da la pista de que yo ya sé que está despierto. Una de sus manos empieza a acariciar el contorno de mi cara, y cuando sus dedos llegan a mi barbilla, estos imprimen el impulso para acercarla hacia la suya, para darme un beso de buenos días.

Me mira fijamente con sus ojos negros como el abismo, lo único que puedo hacer es mirarlo, y pronuncia esas palabras que me alegran el día, esas dos palabras que valen más que todo el oro del mundo, que todo regalo bonito y caro, más que una cena romántica en el hotel más caro del mundo,  ese “Te quiero”. Me incorporo para darle un beso, y él me atrae hacia su cuerpo con sus brazos. Me abraza fuertemente y me vuelvo a tumbar a su lado. No puedo evitar el poner mi cabeza en su pecho. Es caliente y protector. Me siento protegida con él a mi lado. Cierro los ojos y me duermo sintiendo el latido de su corazón y el entrando en sus pulmones.

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